
Según mi memoria, cuando fue mi primer acercamiento al área de diseño de manera consciente y en forma, fue en la preparatoria, cuando de la nada al compás de una aburridísima clase de orientación vocacional, se fusiono el suave y rígido trazo del lápiz, sobre el delicado y blanquecino papel, que ansiosamente esperaba el arduo contacto con el generador de trazos múltiples. Nacieron primeramente formas básicas geométricas después de adecuarlos a una composición que me parecía “chidísima” comenzó la magia, el lápiz rápidamente se conecto con el creador que llevo de huésped en mi cabeza, haciendo que este se manifestara presente en mi brazo comenzando a transformar aquellas formas, uniendo, rompiendo, borrando, adecuando, sintetizando y todo ello con la finalidad de crear mi primer dibujo con un concepto acercado a la ilustración, cosa que después transformó a mi huésped en cartelista y tipógrafo, acentuando en aquel primer dibujo una composición más grande convirtiéndolo en mi primer boceto de un cartel acerca de mis demonios más profundos: mis deseos.
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